miércoles, 14 de abril de 2010

Ejercicio 1: Invéntate una historia

Si de pequeña me hubieran dicho que algún día aborrecería el chocolate, no les hubiera creído.

Todo comenzó como un ritual. Yo siendo consciente de ello iba todas las noches, al rededor de las tres de la madrugada y me comía una onza, sí solo una, y volvía a la cama. Bajo las sábanas deshacía el chocolate lo más lentamente posible, ejerciendo presión con la lengua en el paladar, así poco a poco su adictivo sabor iba penetrando en mis papilas gustativas. Era algo bueno y lo bueno cuanto más tiempo dure, mejor. 

Lo recuerdo como si fuera ayer, y es que fue ayer cuando tomé mi última onza. Recuerdo ir a la cocina, ver el chocolate y no sentir deseos de comerlo, sin más. La razón no la sé y ni quiero saberla. A veces el mayor placer de la vida no es comerse una onza de chocolate, sino todo lo contrario.



NN

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